ESPECIAL "MUERTE DE UN POETA": LEOPOLDO MARIA PANERO 3/2014
AMISTAD Y DELIRIO:
BLANCA ANDREU RECORDANDO A SU AMIGO LEOPOLDO
"Blancanieves se despide de los siete enanos
Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas. Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas, maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os echaré de menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se oyen golpes secos, uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los cerezos. "
Sólo quería apuntar que en Las Palmas hubo gente que lo quiso, lo acompañó y lo cuidó hasta donde se dejaba. Traté a Leopoldo casi a diario entre 2000 y 2008 y de forma más espaciada, después. Leopoldo pasaba las mañanas en la cafetería de la Facultad de Humanidades, rodeado de estudiantes, gastando bromas a diestro y siniestro, y las tardes en la Cafebrería Esdrújulo, casi siempre acompañado. En su peregrinar de hospital en hospital, en Las Palmas fue donde más tiempo estuvo (casi 17 años). En 2001, después de anunciarlo repetidamente, se 'escapó' del Psiquiatrico de Las Palmas y se internó en el Clínico de Madrid... A los pocos meses volvió. Cuando le pregunté por qué había vuelto me dijo que aquí (en LPA) por lo menos tenía amigos, y en el psiquiátrico, un jardín por donde pasear. No sé si vivió aquí peor que en Mondragón, eso sí, echaba de menos las numerosas entrevistas que, según decía, le hacían allí.
AMISTAD Y DELIRIO:
BLANCA ANDREU RECORDANDO A SU AMIGO LEOPOLDO
"Blancanieves se despide de los siete enanos
Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas. Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas, maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os echaré de menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se oyen golpes secos, uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los cerezos. "
Sólo quería apuntar que en Las Palmas hubo gente que lo quiso, lo acompañó y lo cuidó hasta donde se dejaba. Traté a Leopoldo casi a diario entre 2000 y 2008 y de forma más espaciada, después. Leopoldo pasaba las mañanas en la cafetería de la Facultad de Humanidades, rodeado de estudiantes, gastando bromas a diestro y siniestro, y las tardes en la Cafebrería Esdrújulo, casi siempre acompañado. En su peregrinar de hospital en hospital, en Las Palmas fue donde más tiempo estuvo (casi 17 años). En 2001, después de anunciarlo repetidamente, se 'escapó' del Psiquiatrico de Las Palmas y se internó en el Clínico de Madrid... A los pocos meses volvió. Cuando le pregunté por qué había vuelto me dijo que aquí (en LPA) por lo menos tenía amigos, y en el psiquiátrico, un jardín por donde pasear. No sé si vivió aquí peor que en Mondragón, eso sí, echaba de menos las numerosas entrevistas que, según decía, le hacían allí.
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